EL PUENTE DEL COMÚN
El puente del Común o puente de Chía fue una de las obras de arquitectura e ingeniería más importantes realizadas en el territorio colombiano a finales del siglo XVIII, destinado a conectar la zona oriental del piedemonte de ese sector de la sabana de Bogotá, con la zona inundable del centro y occidente, separadas por el rio Bogotá. Esta obra significó en su época un gran avance en el proceso de modernización y mejoramiento de las condiciones de vida de la región, porque permitía la supervivencia de la ganadería en los períodos de lluvia que anegaban las partes más bajas y planas de la sabana y obligaban a realizar arriesgados traslados de ganado hacia el piedemonte a través de las crecidas aguas del rio. El puente del Común debe su nombre al hecho de haber recibido el auspicio de los hacendados y ganaderos de la región, con la autorización de la corona.
La obra original fue desarrollada por ingenieros militares españoles bajo la dirección del coronel Domingo Ezquiaqui y es uno de los pocos ejemplos de obra civil de altísima calidad construidos en el país. Cimentado en mortero ciclópeo, al puente se llegaba por largos camellones elevados hasta 2 ó 4 metros por encima del terreno original, formados por sucesivas capas de tierra y arcilla confinadas entre dos enormes murallas de piedra, de lo cual solo quedan vestigios, como consecuencia de la construcción de modernos viaductos en la década de los sesenta en el siglo XX. La mampostería del cuerpo principal del puente es en piedra labrada y los antepechos en ladrillo de la región, rematados con pretiles de piedra labrada y pináculos, así como los grandes jarrones que marcan la entrada al cuerpo principal del puente, después del paso por las plazoletas de acceso cordiformes.
La obra de intervención fue una recuperación de valores estéticos y condiciones técnicas, a diferentes escalas, empezando por el retiro de una enorme cantidad de escombro acumulado durante décadas a los lados de los camellones de aproximación para sacar a la luz las murallas levantadas sobre el suelo original y recuperar parte de los valores paisajísticos del sector. Así mismo se retiraron las capas de pavimento que cubrían la superficie y se retiró y reinstaló el material de las superficies en piedra instaladas en 1970, rediseñando el despiece de acuerdo con el sistema de desalojo y drenaje de aguas lluvias también recuperado. Fue necesario el retiro de más de cien árboles de eucalipto, cuyas raíces amenazaban la estabilidad del conjunto. Se eliminaron los pañetes en cemento que impidieron la ventilación de la piedra y el ladrillo durante décadas y ocasionaron focos de erosión en diferentes puntos de la mampostería que debió ser restaurada. Los muros en ladrillo se recubrieron con lechada de cal de la región a la usanza de la época, que permite una mejor conservación del material y la apreciación del interesante tratamiento del ladrillo en los muros de los barandales.
Para garantizar la estabilidad del monumento se hizo especial énfasis en el control de la humedad en la estructura, mediante el uso de capas de impermeabilización que también facilitan el rápido desalojo de las aguas lluvias en épocas de invierno.