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TEMPLO DE SAN IGNACIO. BOGOTA

La obra de intervención sobre el templo de San Ignacio fue tan compleja como su proceso constructivo. Este es uno de los edificios más representativos del período colonial en el centro fundacional de Bogotá. El proyecto original de Juan Bautista Coluccini fue objeto de reformas y mutilaciones desde la colocación de la primera piedra en el año de 1.610 hasta mediados del siglo XX, como consecuencia y fiel reflejo de múltiples acontecimientos históricos de orden político, religioso y social que han dejado su huella en la edificación. El templo era la columna vertebral y el centro de un conjunto de edificaciones que ocupaban la totalidad de la manzana donde hoy se ubica. Con el tiempo la manzana se desmembró y perdió algunos de sus componentes, además de la unidad arquitectónica que había entre las construcciones originales. Estos cambios afectaron a la edificación en su estética, en su espacialidad y debilitaron la estabilidad de la estructura en mampostería de la edificación original, al intentar acoplarla con las armaduras de concreto de las intervenciones de principios del siglo XX.

Inicialmente se realizó la consolidación estructural y el aumento de la sismo-resistencia del edificio de acuerdo con las normas vigentes. Esto implicó la consolidación y reforzamiento de las cúpulas, bóvedas y torre, el aligeramiento de la estructura de cubierta mediante el uso de tecnologías actuales, la liberación de áreas que afectaban la estructura original del edificio y la reconstrucción volumétrica y espacial original de las zonas afectadas. Se respetaron las diversas manifestaciones artísticas expresadas en la decoración y en los acabados del templo, donde se aprecian obras de Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos, del padre Santiago Páramo y de artesanos y artistas anónimos que actuaron en la decoración de las bóvedas, retablos y molduras en yeso. Se recuperó la espacialidad del presbiterio que había sido intervenido en muchas ocasiones, dejando testigos arqueológicos de dichas intervenciones.

 

La obra de San Ignacio se inició con base en los estudios y el proyecto preliminares elaborados por el Instituto Carlos Arbeláez Camacho de la Universidad Javeriana entre 2.003 y 2.004. La hipótesis planteada en ellos se modificó y complementó a medida que iba avanzando el proceso de restauración, según el resultado de los estudios técnicos definitivos, así como del desarrollo del proyecto de intervención,  entre 2.005 y 2.018, período durante el cual tuvimos la oportunidad de dirigirla y ejecutarla.   

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